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El muchacho cavaba y cavaba.
Tras toda una juventud
acumulando secretos y momentos preciados, su objetivo no era otro que
el de ponerlos a salvo de la salvaje especie humana, tan destructiva
y malévola por naturaleza.
No era el único en perforar
el suelo de la campiña bajo un agradable sol de primavera.
Miraba a otros enterrar sus
secretos con ilusa superficialidad.
Como perritos escarbaban un
poco el suelo arenoso y, satisfechos con la profundidad conseguida,
partían sonrientes a seguir viviendo sus vidas. A seguir acumulando
tesoros.
Sin embargo la vida de
Michael había dado para una cantidad ingente de experiencias.
Era su deber encontrar el
escondite perfecto para tan precioso cúmulo de circunstancias.
De modo que siguió cavando
hasta incluso no notar la luz del día. No por la conclusión de
éste, sino más bien porque tras un numeroso montón de jornadas
había cavado tanto que ya se podía decir que había logrado crear
una cueva en plena campiña.
Ahora tocaba el túnel. Un
túnel que habría de conducirle, pasado el tiempo, al mejor
escondite que jamás se pudo concebir.
Mientras, los otros jóvenes
de su misma edad simplemente continuaban con sus vidas, dándose
cuenta de que no merecía la pena perder el tiempo en proteger el
pasado de uno, sino que más bien lo que importaba era proseguir con
la acumulación de experiencias, en cuyo proceso se encontraba la
vida de uno mismo.
Pero Michael ya se
encontraba ajeno a aquellas enseñanzas, y hacía oídos sordos a
cuantos trataban de advertirle de su error.
Cuando el pasado quedó ya
muy lejano, en lo hondo del túnel que se adentraba hacia las
profundidades de la Tierra, un ser cornudo de larga cola terminada en
flecha emergió de las profundidades fundiendo la arena con su aura
en llamas.
Michael se lo quedó
mirando, sudoroso y cansado.
– ¿Quieres que te ayude,
muchacho? – Michael asió con más fuerza el paquete que llevaba en
su brazo derecho. No dudo en preguntar.
– ¿Eres un demonio? –
Los ojos del ser de roja piel se llenaron de llamas por un momento.
Una débil risa precedió a que continuase con su oferta, que de buen
principio ya había tentado a Michael.
El demonio le dijo que hacía
bien en proteger con tanto ahínco su pasado, y que si se lo
entregaba a él, lo llevaría a un lugar tan lejano y profundo que
por toda la eternidad quedaría a salvo de los demás.
Michael estaba muy contento.
Ahora simplemente debía
decidir a qué profundidad lo enterraría, pues el demonio le había
dicho que a cambio de su ayuda Michael debería dar una porción de
su memoria en función de lo hondo que su pasado quedase enterrado.
Al día siguiente Michael no
recordaba nada de su pasado, tan solo que estaba a buen recaudo con
el ser que se había encontrado en lo hondo del túnel.
Los demás chicos y chicas
le invitaron a salir a divertirse, pues hacía largo tiempo que
Michael no salía, ni lo pasaba bien, ni en general, vivía su vida.
Pero éste se negó de malas
maneras, y muy preocupado fue al túnel tratando de no ser visto.
Reabrió la cueva y se
adentró en las profundidades del túnel, esperando toparse con el
demonio.
Pero el túnel era ya mucho
más largo, antojándosele prácticamente infinito tras unas horas.
Desesperado, se tiró al
suelo y comenzó a sollozar.
La voz del demonio lo
interrumpió.
- Apenas te queda memoria. –
Michael alzó la vista hacia la criatura, que llevaba el paquete con
sus recuerdos encima. – Entrégamela en su totalidad y te dejaré,
por última vez, recordar.
Michael y el demonio
quedaron en silencio largo tiempo.
De pronto Michael tuvo un
recuerdo muy intenso del rostro de su madre, que tantas historias le
contaba de pequeño.
Recordó las historias de
demonios, en las que esas criaturas siempre se salían con la suya a
poco caso que les hicieses.
Imaginó a sus amigos
pasándolo bien en aquel bello atardecer que tanto tiempo hacía que
no disfrutaba.
Cuando el sol ya se había
retirado y tan solo quedaba un poco de su luz iluminando el ocaso,
Michael salió de la cueva en la que desembocaba el túnel sin
paquete alguno.
Todo el pueblo se encontraba
cerca, mirándole con asombro.
Y es que cuando el demonio
se vio derrotado, cuando Michael aprendió por fin a vivir, el grito
infernal que había recorrido el túnel saliendo con toda su fuerza a
la campiña había alertado a prácticamente toda la población de la
zona.
La madre de Michael le
miraba con lágrimas en los ojos.
Lágrimas que pasaron a ser
de felicidad cuando Michael fue con ella y sus amigos a repartir unas
sonrisas y unos abrazos que desde que se hizo con un pico y una pala
no había podido mostrar.
Nunca es bueno anclarse en el pasado, por que normalmente no te deja avanzar. Pero tampoco es bueno olvidarse de el ya que puedes aprender mucho él el.
ResponderEliminarLa cuestión siempre radica en dar con el equilibrio adecuado...
EliminarTodas las experiencias se convierten en pasado, es bueno acordarse de ellas pero sin quedarse retraído en ese tiempo. De todo lo vivido siempre hay una lección. Por eso es tan bonito vivir! Un abrazo!
ResponderEliminarBien dicho Hada, un abrazo.
EliminarQue relato más bonito. Me ha encantado. El pasado siempre es importante aunque nos haga daño. Sin él no podremos vivir nuestro presente. Un besillo.
ResponderEliminarGracias, me alegra que te haya gustado tanto.
EliminarCargar con el pasado bien merece, en ocasiones, dejar ir algo de peso. Aunque al final siempre suela regresar...
Un beso.
Un relato aleccionador. esta vez el Autor ha permitido, cosa rara en él, que acabe bien de lo cual me congratulo. El pasado es importante con todo su bagaje de aprendizaje y recopilación de experiencias, pero deben servir como ayuda y recordatorio de errores y aciertos cometidos. Como bien enseña el relato el querer conservar los recuerdos escondidos en lo más profundo hace que éstos pierdan su valor más preciado. Es, pues, un muy buen relato con mensaje para quien lo quiera ver. Saludos
ResponderEliminarGracias por leer y comentar.
EliminarMe alegra que te haya gustado y te haya sorprendido el final feliz jeje.
Un saludo