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Thomas había reunido una cantidad
ingente de información.
El punto de partida resultó ser una
búsqueda desesperada por varios despachos de videntes que afirmaban
comprender su historia pero que eran incapaces de ayudarlo por mero
libre altruismo.
Thomas no andaba muy bien de dinero.
Duró varias jornadas hasta que topó
con la humilde morada de un anciano retirado que por error seguía
anunciándose en la red con una vieja página.
Cuando llamó, la desorientación
momentánea del viejo, al parecer con amplia experiencia en el
terreno ocultista, quiso colgar, pero al oír su voz más
detenidamente el tono y la conversación de Robert, que así se
llamaba, cambió agilizándose de un modo espectacular.
Allí acabó, tomando te mientras
explicaba su aventura, y su teoría acerca de Rowan.
Robert alzó su mano interrumpiéndole
en ese punto.
Se levantó quejumbrosamente de su
hamaca depositando su pipa sobre el soporte que había en la
desordenada mesa caoba que les separaba.
Se dirigió a la biblioteca y
velozmente halló lo que buscaba.
Al regresar, despejó la mesa con el
antebrazo y de un fuerte golpe depositó sobre ella un gran libro.
Pasaron unos pocos minutos y ya leía
en voz alta a Thomas lo que las páginas contenían.
Los Gärgórum eran antiguos demonios
que, según afirmaba, existían desde que en el universo se hizo la
luz. Paseaban por toda su extensión en formas etéreas,
presentándose como gases multicolor que tenían la particularidad de
poder mutar en cualquier forma que estudiasen detenidamente.
Así pues, no había límites para sus
apariciones, pudiendo éstas habitar cualquier lugar imaginable. Su
visibilidad dependía no obstante de fenómenos que no podían
controlar.
Cuando Thomas preguntó acerca del
viaje que había vivido, Robert le respondió que un Gärgórum no
podía haber provocado que aconteciese algo así por su propio poder.
Lo más factible, siempre alegando que
se trataba de una hipótesis, era según Robert la energía positiva
que ese ser trataba de contener antes de su transformación
definitiva mezclada con las propiedades lunares, más intensas que
nunca en un claro de luna.
– ¿A qué te refieres con la energía
positiva? – Thomas se mostraba ya sumamente interesado. Robert
respondió al instante.
– Estamos hablando de demonios
antiguos, joven. Se alimentan de almas puras, de seres de luz que han
iniciado su viaje viéndose abruptamente interceptados por un
Gärgórum que tratará de mantenerlos en su interior hasta poder
interactuar con un ser vivo y finalizar la transformación. –
Robert fumaba de su pipa mientras meditaba en voz alta.
– Aprovechan cada eclipse cuando lo
logran para morar entre nosotros, convirtiéndose en un ejército de
ladrones de energía invisible a nuestros ojos dados sus perfectos
disfraces humanos.
Thomas comprendió entonces el plan de
Rowan, y supo qué cuerpo escogería para hacer que se quedase a su
lado hasta fusionarse con el suyo propio y poder materializarse en la
Tierra.
Tema aparte era la voz que había
intuido en el eco profundo de Rowan, ni más ni menos que la de
Joana.
Preguntó a Robert si alguna vez se
había topado con uno de esos demonios.
Éste le confesó que, de haberlo
hecho, hubiese salido corriendo. Tal era su antigüedad que ningún
ser mortal podría jamás soñar con hacerles frentes una vez se
fusionan con un ser vivo para obtener forma corpórea inmortal.
Pero no cerró la puerta a la
esperanza.
No lo hizo, porqué, según Robert, a
juzgar por el tamaño de Rowan llevaba tiempo, mucho tiempo,
aguardando su oportunidad en la luna, absorbiendo así una cantidad
de almas totalmente descabellada que hacían de esos seres de luz,
merecedores de la redención absoluta, víctimas de una prisión de
etérea y coloreada forma que algún día podría solidificarse para
siempre.
El silencio irrumpió en la estancia
cuando ambos se quedaron sin palabras.
Thomas no sabía qué podía hacer, y
todo cuanto le dio Robert fue un amuleto semejante a un silbato según
el cual, si se hacía sonar en el momento adecuado, podía despertar
a las almas en cautiverio debilitando al Gärgórum hasta dejarlo
vacío, en su invisible forma original, viajando a la deriva en el
universo, que era la forma más inofensiva en la que ese demonio
podía estar.
Y así pasaron los días, con Thomas
averiguando más detalles místicos por la red mientras de vez en
cuando, acariciando el silbato, le echaba una fugaz mirada
preguntándose si sería capaz de dar con el momento adecuado.
Pronto llegaría un nuevo claro de
luna.
Cada anochecer caminaba por la playa,
tan solo escuchando el sonido del oleaje romper, concentrado y
ensimismado en sus propios pensamientos.
Joana, Rowan... La luna que muchas
veces veía, eran sus únicos frentes a abordar.
A menudo, al mirar al brillante cuerpo
celeste, se sentía observado e incluso le parecía distinguir un
tono violeta anaranjado desde la inmensa lejanía.
Pronto llegaría la hora.
Como dijo el Gärgórum, solo habría
una oportunidad para cada uno.
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Así que al final Rowan es un demonio muy chungo. Esto se está dirigiendo ya hacía lo paranormal. A ver cómo acaba
ResponderEliminarSí, a medio camino entre ciencia ficción y fantasía... ¡Espero que te guste el final!
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