martes, 4 de agosto de 2015

Un claro entre Tierra y Luna: Capítulo V



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Thomas había reunido una cantidad ingente de información.
El punto de partida resultó ser una búsqueda desesperada por varios despachos de videntes que afirmaban comprender su historia pero que eran incapaces de ayudarlo por mero libre altruismo.
Thomas no andaba muy bien de dinero.
Duró varias jornadas hasta que topó con la humilde morada de un anciano retirado que por error seguía anunciándose en la red con una vieja página.
Cuando llamó, la desorientación momentánea del viejo, al parecer con amplia experiencia en el terreno ocultista, quiso colgar, pero al oír su voz más detenidamente el tono y la conversación de Robert, que así se llamaba, cambió agilizándose de un modo espectacular.
Allí acabó, tomando te mientras explicaba su aventura, y su teoría acerca de Rowan.

Robert alzó su mano interrumpiéndole en ese punto.
Se levantó quejumbrosamente de su hamaca depositando su pipa sobre el soporte que había en la desordenada mesa caoba que les separaba.
Se dirigió a la biblioteca y velozmente halló lo que buscaba.
Al regresar, despejó la mesa con el antebrazo y de un fuerte golpe depositó sobre ella un gran libro.
Pasaron unos pocos minutos y ya leía en voz alta a Thomas lo que las páginas contenían.
Los Gärgórum eran antiguos demonios que, según afirmaba, existían desde que en el universo se hizo la luz. Paseaban por toda su extensión en formas etéreas, presentándose como gases multicolor que tenían la particularidad de poder mutar en cualquier forma que estudiasen detenidamente.
Así pues, no había límites para sus apariciones, pudiendo éstas habitar cualquier lugar imaginable. Su visibilidad dependía no obstante de fenómenos que no podían controlar.
Cuando Thomas preguntó acerca del viaje que había vivido, Robert le respondió que un Gärgórum no podía haber provocado que aconteciese algo así por su propio poder.
Lo más factible, siempre alegando que se trataba de una hipótesis, era según Robert la energía positiva que ese ser trataba de contener antes de su transformación definitiva mezclada con las propiedades lunares, más intensas que nunca en un claro de luna.

– ¿A qué te refieres con la energía positiva? – Thomas se mostraba ya sumamente interesado. Robert respondió al instante.
– Estamos hablando de demonios antiguos, joven. Se alimentan de almas puras, de seres de luz que han iniciado su viaje viéndose abruptamente interceptados por un Gärgórum que tratará de mantenerlos en su interior hasta poder interactuar con un ser vivo y finalizar la transformación. – Robert fumaba de su pipa mientras meditaba en voz alta.
– Aprovechan cada eclipse cuando lo logran para morar entre nosotros, convirtiéndose en un ejército de ladrones de energía invisible a nuestros ojos dados sus perfectos disfraces humanos.
Thomas comprendió entonces el plan de Rowan, y supo qué cuerpo escogería para hacer que se quedase a su lado hasta fusionarse con el suyo propio y poder materializarse en la Tierra.
Tema aparte era la voz que había intuido en el eco profundo de Rowan, ni más ni menos que la de Joana.
Preguntó a Robert si alguna vez se había topado con uno de esos demonios.
Éste le confesó que, de haberlo hecho, hubiese salido corriendo. Tal era su antigüedad que ningún ser mortal podría jamás soñar con hacerles frentes una vez se fusionan con un ser vivo para obtener forma corpórea inmortal.
Pero no cerró la puerta a la esperanza.
No lo hizo, porqué, según Robert, a juzgar por el tamaño de Rowan llevaba tiempo, mucho tiempo, aguardando su oportunidad en la luna, absorbiendo así una cantidad de almas totalmente descabellada que hacían de esos seres de luz, merecedores de la redención absoluta, víctimas de una prisión de etérea y coloreada forma que algún día podría solidificarse para siempre.

El silencio irrumpió en la estancia cuando ambos se quedaron sin palabras.
Thomas no sabía qué podía hacer, y todo cuanto le dio Robert fue un amuleto semejante a un silbato según el cual, si se hacía sonar en el momento adecuado, podía despertar a las almas en cautiverio debilitando al Gärgórum hasta dejarlo vacío, en su invisible forma original, viajando a la deriva en el universo, que era la forma más inofensiva en la que ese demonio podía estar.

Y así pasaron los días, con Thomas averiguando más detalles místicos por la red mientras de vez en cuando, acariciando el silbato, le echaba una fugaz mirada preguntándose si sería capaz de dar con el momento adecuado.
Pronto llegaría un nuevo claro de luna.
Cada anochecer caminaba por la playa, tan solo escuchando el sonido del oleaje romper, concentrado y ensimismado en sus propios pensamientos.
Joana, Rowan... La luna que muchas veces veía, eran sus únicos frentes a abordar.
A menudo, al mirar al brillante cuerpo celeste, se sentía observado e incluso le parecía distinguir un tono violeta anaranjado desde la inmensa lejanía.
Pronto llegaría la hora.
Como dijo el Gärgórum, solo habría una oportunidad para cada uno.


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2 comentarios:

  1. Así que al final Rowan es un demonio muy chungo. Esto se está dirigiendo ya hacía lo paranormal. A ver cómo acaba

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    1. Sí, a medio camino entre ciencia ficción y fantasía... ¡Espero que te guste el final!

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