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Matthew se moría de frío cuando
escuchó de nuevo la voz.
– No has venido solo.
Provenía de una zona despejada del
bosque que había justo frente a él. No se lo pensó y avanzó hasta
allí.
El tímido sonido de un riachuelo que
tenía ante sí abocaba encanto a una escena que habría de
presidir... ¿Una luz violeta? A poca distancia, la luz se movía en todo
tipo de espirales lanzando belleza allá por donde pasase.
Fijándose un poco más detenidamente,
Matthew se percató de que, en el dibujo de su silueta exterior,
lucía un tono anaranjado como el fuego.
Estaba encandilado, como poseído por
aquello.
Se acercó más adentrándose en el
claro del bosque, y la voz de esa extraña criatura se dirigió a él
de nuevo.
– ¡Báñate! – Le dijo.
Pero Matthew se quedó quieto, víctima
del frío invernal que sentía.
Iba a comentárselo al extraño ser
luminoso cuando éste se le adelantó.
– El tiempo no es un problema,
Matthew, métete en el agua y lo comprobarás. – Sorprendido por
que le llamase por su nombre, hizo caso a la propuesta y se desvistió
rápidamente. En cuestión de segundos ya metía los dedos de su pie
izquierdo en el agua, comprobando como su temperatura no solo era
ideal, sino que la de su propio cuerpo también se aclimataba dejando
de padecer extremo calor o frío de repente.
Por su parte Robert no dejaba de llamar
a gritos a su compañero.
Maldecía para sus adentros porqué
sabía que el bosque era un lugar peligroso. Tanto en aspectos
relativos a lo considerado real como a otros.
Sin embargo Matthew no lo oía, estando
como estaba sumido en una especie de sueño maravilloso donde el agua
del río burbujeaba haciéndole un masaje por todo el cuerpo,
convirtiéndose ésta en algo cristalino y transparente, brillante
incluso en la luminosidad de la noche.
Confiado, Matthew, el adolescente de
quince años crédulo e inocente, se dirigió a esa voz que esa noche
había decidido tomar contacto con él.
– ¿Quién eres? – Matthew precisó
un poco más. – ¿Eres esa lucecita?
La respuesta no tardó en llegar. La
voz femenina le susurró al oído, provocándole un cosquilleo
agradable por todo el cuerpo.
– Así es, Matthew, ¿Deseas verme
mejor? – Asintió nada más escuchar la pregunta.
– Acude aquí mañana mismo, a
cualquier hora, pero solo. Debes deshacerte de tu compañero.
Matthew se sintió algo apenado por
aquello, pues deseaba con todas sus fuerzas contarle a su amigo
Robert la aventura que había vivido. No obstante estaba claro que
debía mantenerlo en secreto si quería ver mejor a ese mágico ser.
Al tanto de sus dudas, la criatura hizo
que sus tonos violeta y naranja ganasen mucha más intensidad,
mientras se acercaba lentamente a la palma extendida de la mano de
Matthew.
Prácticamente hechizado, el rostro
bobalicón de Matthew se quedó con la boca abierta un buen rato.
En su palma, una preciosa hada danzaba
con gráciles movimientos mostrándole su belleza.
Al mismo tiempo que ella le guiñaba
cómplice un ojo, Robert aparecía en el claro visiblemente enfadado.
– ¿Se puede saber que demonios estás
haciendo? – Hacía un instante que la bella hada había
desaparecido, y ya ni quedaba rastro de su luz. Empapado como estaba
dentro del riachuelo, Matthew comenzó a tiritar de nuevo.
Robert no estaba para mucha
conversación.
Lo estiraba hacia sus respectivas casas
asiéndole de una manga de la camiseta, y cuando hubieron llegado ni
siquiera se despidió al dejarlo frente al hogar de su abuelo.
Solo entonces se permitió girarse y
lanzar una pregunta.
– Me ha parecido oírte hablar. ¿Con
quién hablabas?
– Oh. – Respondió Matthew, no era
nadie, simplemente a veces hablo solo. – Miraba al suelo mientras
pronunciaba esas parcas palabras.
El día siguiente amaneció nublado.
Pero no nublado de cualquier forma.
Negros nubarrones se sumaban unos a otros para conformar una estampa
digna de la mayor de las amenazas.
Mientras el abuelo de Matthew le
prohibía salir en todo el día hasta que la tormenta pasase, para él
era como escuchar llover.
Iría al bosque, solo, a encontrarse
con el hada.
Había pasado la noche prácticamente
en vela, acariciando con su imaginación aquella piel anaranjada,
hasta el punto de obsesionarse con ella.
Ni siquiera cuando salió de su casa
con las primeras luces, habiendo burlado a su abuelo que preparaba el
desayuno, reparó en el negro cielo que nada bueno auguraba.
Comprobó que ni Robert ni nadie le
seguía y, sonriente, emprendió el camino hacia el claro del bosque
donde la magia sí era posible, y lo buscaba a él. Solo a él.
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Vaya con Mathew, está obsesionada con la belleza de esa hada, y lo peor es que ahora no sale ni con su amigo, sale solo, y si pasa algo... no ha pensado siquiera que alguien pudiera localizarlo..... sigo creyendo que hay adolescentes muy inocentes, pero Mathew se lleva la palma. Me gusta el entramado, no se como seguirá, pero yo si seguiré
ResponderEliminarEl hada le llama tanto la atención como a cualquiera de nosotros supongo, los seres mágicos, la magia en general, posee gran capacidad de atracción tanto para la luz como para la oscuridad.
EliminarMe alegro de que sigas, un abrazo!
Esta ambientado de maravilla, y la historia atrae lo suficiente como para engancharse a la serie. Yo también seguiré.
ResponderEliminarGracias Miguel Ángel, hoy mismo creo que acabo esta parte.
EliminarWaaaaa, Victor! Fantástico...alucinante! Qué historia tan atrayente! Me muero por estar en ese bosque! Tengo tantas preguntas...pero me esperaré al próximo capítulo. Ay,Mathew...la magia de ese hada te ha envuelto...brillante! Con ganas de más! Un abrazo Victor!
ResponderEliminar¡Gracias Hada, me alegra que te esté gustando!
EliminarEn breve los capítulos finales que desvelarán la mayoría de misterios, espero.
¡Un abrazo! :)))
Esto no pinta nada bien para Matthew, aunque me pica la curiosidad para ver como acaba, aunque me temo que no acabara muy bien X_D. Sigue así, por que consigues transmitir muy bien con tus historias
ResponderEliminarLa verdad es que se pone algo feo el panorama, más adelante sabremos más.
EliminarGracias Silvia, un abrazo fuerte. ;)