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Maisy correteaba por entre
los árboles mientras su amiga Leila sorteaba las copas de los
mismos.
Maisy era una niña de
apenas diez años, de pelo lila y ojos naranjas como el fuego.
Tenía la habilidad de crear
fuego con su mirada cuando así lo desease.
Leila en cambio era un
pájaro de color azul como el cielo en el que volaba.
Habían nacido al mismo
tiempo, dando la casualidad que cuando el padre de Maisy entraba en
casa con Leila para dar una alegría a su por entonces embarazada
esposa, ésta ya se encontraba dando a luz.
La bestia en el bosque, que
así la llamaba la niña, la había tentado en una ocasión con
otorgarle el poder del vuelo a cambio del del fuego.
Pero Maisy recibía
constantemente un riego de información y sensaciones de su amiga
Leila, que le detallaba como era aquello de volar.
De modo que la niña no
aceptó.
La bestia, no conforme con
ello, indagó en los puntos débiles de los humanos hasta que tejió
un maléfico plan, con el que podría al fin controlar el poder del
fuego y así quemar a todos sus enemigos.
Comprendió que éstos se
dividían en dos grandes grupos.
Los que perseguían el
placer de la experiencia, para finalmente sentir la falta del tiempo
a la hora de conocerse mejor e idear un plan de vida, conformaban el
primer grupo.
Aquellos que, sin embargo,
trataban de controlar su destino tejiendo planes desde la calma eran
el segundo.
Así pues la bestia vio
crecer a la niña, que se convirtió en una adolescente repleta de
deseos para dar paso a una mujer más cauta.
Al cumplir Maisy los
veinticinco años, la bestia estuvo segura de que su interior ya
formaría parte de uno de los dos grandes grupos, para los que tenía
sendas ofertas irrechazables.
– Hola de nuevo, Maisy. –
Le dijo. – Te veo apenada.
Maisy llevaba en sus manos
el cuerpo sin vida de su amiga Leila. Se limitó a dirigir una fugaz
mirada a la enorme bestia, para disponerse a seguir con su paso.
– Aún puedes volar... Tan
solo dame el poder del fuego y honrarás a Leila surcando sus cielos.
– Los ojos rojos de la bestia de negro pelaje brillaban en la
creciente oscuridad de aquel atardecer.
Una lágrima cayó de los
ojos naranjas de la mujer quemando su piel hasta caer de su pómulo
al suelo que no dejaba de mirar.
Fue entonces cuando la
bestia lanzó su segunda tentativa.
– Quémame. Hazme arder y
desata tu ira con cuanto conoces. Entonces podrás edificarte una
realidad que no se destruya con la crueldad del mero azar.
Los segundos pasaron y
Maisy, por toda reacción visible, clavó una firme pero serena
mirada en los ojos de una bestia muy sorprendida.
– Volar por siempre jamás
sería una experiencia majestuosa y cualquiera aceptaría, de no ser
por el uso que le darías al fuego, siendo responsabilidad mía la
destrucción de todo cuanto amo.
Tras sus palabras, una breve
pausa bastó para que continuase con tono decidido.
– Desatar mi ira contigo,
con todo cuanto odio, para una vez acabado el proceso construirme un
mundo hecho a mi medida solo conduciría a mi incapacidad para
enfrentarme a lo desconocido.
La bestia aulló cuando
Maisy ya se encontraba lejos, enterrando a su amiga Leila.
Se había equivocado.
Entre el blanco y el negro
que había contemplado, resultó existir un tercer grupo de personas
entre las cuales Maisy se encontraba.
Ese grupo no intentaba
acumular experiencias sin ton ni son o meramente tratar de controlar
el paso del tiempo con entereza, sino que volaba a través de ambos
grupos surcando lo mejor de cada uno de ellos.
Mientras, fracasado, se
escondía en su guarida, recordó la mirada que Maisy le había
clavado.
Mezclada con los cientos de
miles de tonos grisáceos que esas personas podían adoptar, daba por
resultado un color que ya nunca más olvidaría.
Maisy no necesitaba volar.
Maisy no necesitaba quemar.
Maisy ya volaba en vida,
quemando únicamente las heridas para que cicatrizasen bien, luciendo
por bandera una mirada que ya para siempre iría asociada a ella y
sus semejantes.
Me ha gustado mucho y me ha sorprendido. No me esperaba este relato y me parece muy bueno. Y como dices no hay solo blanco y negro, si no que entre esos dos colores hay una infinidad de grises
ResponderEliminarWow Gracias.
EliminarTanto Gärgólum me tenía cargado.
Ahora de vez en cuando tocará algún que otro cuento ^^
Muy bueno. Tremenda la alegoría que se plantea y excelente la resolución. Saludos
ResponderEliminarGracias, me alegra que te haya gustado.
EliminarUn saludo.
Precioso el relato e ingenioso.Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Gracias Pilar!
EliminarUn saludo
El cuento tiene su paradoja, siempre hay una forma de hacer las cosas distinta a las dos que siempre en la vida nos proponen, "esto es negro, o es blanco"...Sólo hay que saber encontrarla con las personas adecuadas. muy bueno, Victor
ResponderEliminarGracias, me alegra de que el cuento te haya aportado algo.
Eliminar¡Un saludo!