lunes, 2 de septiembre de 2013

La cabaña




- ¡Menudo frío macho! - Gritó Resolución en plena caminata.
< Oh vamos, no es para tanto... > Pensó el sujeto para sus adentros. Su búsqueda tenía al menos un sentido, lo cual hacía del camino algo mucho más cálido que los innumerables laberintos que habían recorrido juntos en el pasado.
- Cada vez quedan menos pinos. - Puntualizó el individuo, que ya hacía un buen rato había comenzado a presentir que se acercaban a ese terreno virgen y jodidamente peligroso que con tanto anhelo buscaban.
Era cierto, el paisaje se había tornado a ojos de un gigante en un laberinto de paredes de hielo. Muy de vez en cuando aparecía una ventisca que les hacía pasar horas meditando en soledad. Cuanto menos de ellas extraían la dirección prácticamente exacta del lugar al que intentaban acceder.
El hombre se tomó unos instantes para encenderse un pitillo cobijado por una peligrosa brecha en la helada roca. Resolución existía tan solo en su mente, era un personaje creado para generar sensación de compañía. Un manicomio bien soleado se había encargado de convencerle de tal cosa, aunque no pudo evitar que el sujeto continuase abriendo el canal de comunicación.
- ¿Que hacemos, colega, estamos cerca de congelarnos?
- Nah. - Resolución se limitó a mover la cabeza en dirección frontal.
De ahí nacía cierta mortecina luz, hacia la que el hombre no dudó en avanzar.

Pudieron haberle caído tres avalanchas encima fruto de las vocecillas que emitía, pero lo cierto es que el hallazgo lo merecía. Solo una cosa brillaba de ese modo en sus montañas heladas mentales.
Una añeja cabaña se erguía en un rellano conformado por el laberinto de hielo.
Un farolillo en la entrada, sin señales de Rectitud ni monstruos, simplemente invocando a la Esperanza y a la Ilusión, permanecía inerte, a salvo de las acometidas del mal tiempo de la zona.

- Háblame vieja rancia, se que estás ahí. - Espetó confiado el hombre solitario.
- Harías resucitar a un muerto, pesado de los cojones... - Respondió Rectitud, de repente apoyada en la entrada con una de sus suaves manos puesta en el pomo. Dejó entrever sus colmillos al abrir la puerta. Ella solo sonreía tan ampliamente cuando nadie más que el solitario hombre miraba.
Intuición casi lo mete dentro de una patada en el trasero. El individuo se tomó su tiempo, admirando las altas montañas que rodeaban a su minúscula cabaña de madera.
< Tan pequeña y tan llena de recuerdos. > Meditó para sus adentros mientras Rectitud cerraba con delicadeza la puerta a su espalda.
Un primer vistazo bastaba para contemplar la totalidad del atiborrado espacio interior. No obstante, ahí donde paraba la vista, mil detalles salían a flote. La hoguera estaba encendida, y sobre la mesa había una serie de objetos de modesto valor en el mundo real.

- Hay que ahogar ese puño en la garganta, jovencito. - La frase hizo sonreír con ternura al sujeto. Experiencia había aparecido por si sola como si de un ataque de esquizofrenia se tratase. Se tomó su tiempo cogiendo los objetos uno a uno, juguetes de infancia o ceniceros comprados en diferentes vidas, ropajes ajados o libros con un significado verdaderamente especial.
Al girarse no vio a Experiencia, pero sí una mesita al lado de una hamaca, cerca de la hoguera. Se sentó medio agazapado y pasó a servirse una copa del whisky que en la mesita hacía compañía a un pesado vaso de ancho culo.
Fue entonces cuando prestó atención a las velas y a las fotos.
Todo estaba decorado como si la navidad conocida no existiese.
Modestas luces que alejaban a las sombras de los seres queridos. Ahí aparecían sus mejores amigas y amigos, apenas un puñado, una pequeña porción de su familia y algún que otro bicho raro que, como él, no se sabía muy bien donde andaba. Un improvisado altar recubierto por la protección de unas velas que, muy seguramente, fueron puestas instantes antes por Esperanza e Ilusión.

Le quedaba claro que todo era una imaginación suya, que estaba realmente solo y feliz en su cabaña con la que de pequeño soñaba. Ni siquiera el monstruo parecía tener ya sentido.
- Con la de sombras que llega a haber en la montaña, y el plácido camino que hemos tenido.
- ¡Plácido tu puta madre! - La queja de Resolución resultó instantánea.
Lo cierto es que habían pasado frío, dificultades por doquier y desesperanza para llegar a la cabaña, pero tampoco era para tanto. El Monstruo vivía dentro de él tanto como los demás, y era cuestión de asimilar la dura realidad. Resulta sencillo ver en las sombras cualquier tipo de amenaza, pero a medida de transcurría el tiempo y la hoguera se apagaba, el lugar se llenaba de oscuros pensamientos, a los que él era inmune.
Adormilado en la hamaca llegó a pensar que su mundo interior era común al de cualquier otra persona, y que dependía del que le diese o no alas su propio destino.

Notó como Esperanza acariciaba su pelo mientras veía de refilón a Ilusión colocando más leña en la hoguera. Bueno, más bien ordenando a la pobre Rectitud tal acto.
Estaba y no estaba solo.
¿Estaba o no estaba solo?

El sujeto, Tylerskar, Víctor, no tenía la menor idea.
Simplemente deseaba una feliz navidad a sus seres queridos.

2 comentarios:

  1. Por fin, tanta complicación para poder escribir un comentario ( que si abre ahi, que si cierra allá, que si ahora regístrate aqui, etc... cuanta tontería, coño ). En fin... Vaya, que sorpresa de relato recuperado en el tiempo, un auténtico precursor de la obra más reciente. Su existencia nos demuestra como pequeños retazos y partes aparentemente sueltos y sin relación aparente un buen día toman forma y dan lugar a una obra nueva. Con ese estilo ágil, dinámico, desenfadado a veces, profundo otras que estoy seguro que llevado a la ficción nos daria horas y horas de auténtico disfrute literario. Entre notas y silencios, arpegios y harmonias, sigo esperando esos libros dignos de " Fundación ". Ahi seguimos pacientes, esperando, seguro que llegarán...

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    1. Jajaja no se yo, iré haciendo, eso seguro. Me alegro de que te hayas percatado de que esto era la semilla de algo mucho más grande. Saludos.

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