- ¡Menudo frío macho! - Gritó
Resolución en plena caminata.
< Oh vamos, no es para tanto... >
Pensó el sujeto para sus adentros. Su búsqueda tenía al menos un
sentido, lo cual hacía del camino algo mucho más cálido que los
innumerables laberintos que habían recorrido juntos en el pasado.
- Cada vez quedan menos pinos. -
Puntualizó el individuo, que ya hacía un buen rato había comenzado
a presentir que se acercaban a ese terreno virgen y jodidamente
peligroso que con tanto anhelo buscaban.
Era cierto, el paisaje se había
tornado a ojos de un gigante en un laberinto de paredes de hielo. Muy
de vez en cuando aparecía una ventisca que les hacía pasar horas
meditando en soledad. Cuanto menos de ellas extraían la dirección
prácticamente exacta del lugar al que intentaban acceder.
El hombre se tomó unos instantes para
encenderse un pitillo cobijado por una peligrosa brecha en la helada
roca. Resolución existía tan solo en su mente, era un personaje
creado para generar sensación de compañía. Un manicomio bien
soleado se había encargado de convencerle de tal cosa, aunque no
pudo evitar que el sujeto continuase abriendo el canal de
comunicación.
- ¿Que hacemos, colega, estamos cerca
de congelarnos?
- Nah. - Resolución se limitó a mover
la cabeza en dirección frontal.
De ahí nacía cierta mortecina luz,
hacia la que el hombre no dudó en avanzar.
Pudieron haberle caído tres avalanchas
encima fruto de las vocecillas que emitía, pero lo cierto es que el
hallazgo lo merecía. Solo una cosa brillaba de ese modo en sus
montañas heladas mentales.
Una añeja cabaña se erguía en un
rellano conformado por el laberinto de hielo.
Un farolillo en la entrada, sin señales
de Rectitud ni monstruos, simplemente invocando a la Esperanza y a la
Ilusión, permanecía inerte, a salvo de las acometidas del mal
tiempo de la zona.
- Háblame vieja rancia, se que estás
ahí. - Espetó confiado el hombre solitario.
- Harías resucitar a un muerto, pesado
de los cojones... - Respondió Rectitud, de repente apoyada en la
entrada con una de sus suaves manos puesta en el pomo. Dejó entrever
sus colmillos al abrir la puerta. Ella solo sonreía tan ampliamente
cuando nadie más que el solitario hombre miraba.
Intuición casi lo mete dentro de una
patada en el trasero. El individuo se tomó su tiempo, admirando las
altas montañas que rodeaban a su minúscula cabaña de madera.
< Tan pequeña y tan llena de
recuerdos. > Meditó para sus adentros mientras Rectitud
cerraba con delicadeza la puerta a su espalda.
Un primer vistazo bastaba para
contemplar la totalidad del atiborrado espacio interior. No obstante,
ahí donde paraba la vista, mil detalles salían a flote. La hoguera
estaba encendida, y sobre la mesa había una serie de objetos de
modesto valor en el mundo real.
- Hay que ahogar ese puño en la
garganta, jovencito. - La frase hizo sonreír con ternura al sujeto.
Experiencia había aparecido por si sola como si de un ataque de
esquizofrenia se tratase. Se tomó su tiempo cogiendo los objetos uno
a uno, juguetes de infancia o ceniceros comprados en diferentes
vidas, ropajes ajados o libros con un significado verdaderamente
especial.
Al girarse no vio a Experiencia, pero
sí una mesita al lado de una hamaca, cerca de la hoguera. Se sentó
medio agazapado y pasó a servirse una copa del whisky que en la
mesita hacía compañía a un pesado vaso de ancho culo.
Fue entonces cuando prestó atención a
las velas y a las fotos.
Todo estaba decorado como si la navidad
conocida no existiese.
Modestas luces que alejaban a las
sombras de los seres queridos. Ahí aparecían sus mejores amigas y
amigos, apenas un puñado, una pequeña porción de su familia y
algún que otro bicho raro que, como él, no se sabía muy bien donde
andaba. Un improvisado altar recubierto por la protección de unas
velas que, muy seguramente, fueron puestas instantes antes por
Esperanza e Ilusión.
Le quedaba claro que todo era una
imaginación suya, que estaba realmente solo y feliz en su cabaña
con la que de pequeño soñaba. Ni siquiera el monstruo parecía
tener ya sentido.
- Con la de sombras que llega a haber
en la montaña, y el plácido camino que hemos tenido.
- ¡Plácido tu puta madre! - La queja
de Resolución resultó instantánea.
Lo cierto es que habían pasado frío,
dificultades por doquier y desesperanza para llegar a la cabaña,
pero tampoco era para tanto. El Monstruo vivía dentro de él tanto
como los demás, y era cuestión de asimilar la dura realidad.
Resulta sencillo ver en las sombras cualquier tipo de amenaza, pero a
medida de transcurría el tiempo y la hoguera se apagaba, el lugar se
llenaba de oscuros pensamientos, a los que él era inmune.
Adormilado en la hamaca llegó a pensar
que su mundo interior era común al de cualquier otra persona, y que
dependía del que le diese o no alas su propio destino.
Notó como Esperanza acariciaba su pelo
mientras veía de refilón a Ilusión colocando más leña en la
hoguera. Bueno, más bien ordenando a la pobre Rectitud tal acto.
Estaba y no estaba solo.
¿Estaba o no estaba solo?
El sujeto, Tylerskar, Víctor, no tenía
la menor idea.
Simplemente deseaba una feliz navidad a
sus seres queridos.
Por fin, tanta complicación para poder escribir un comentario ( que si abre ahi, que si cierra allá, que si ahora regístrate aqui, etc... cuanta tontería, coño ). En fin... Vaya, que sorpresa de relato recuperado en el tiempo, un auténtico precursor de la obra más reciente. Su existencia nos demuestra como pequeños retazos y partes aparentemente sueltos y sin relación aparente un buen día toman forma y dan lugar a una obra nueva. Con ese estilo ágil, dinámico, desenfadado a veces, profundo otras que estoy seguro que llevado a la ficción nos daria horas y horas de auténtico disfrute literario. Entre notas y silencios, arpegios y harmonias, sigo esperando esos libros dignos de " Fundación ". Ahi seguimos pacientes, esperando, seguro que llegarán...
ResponderEliminarJajaja no se yo, iré haciendo, eso seguro. Me alegro de que te hayas percatado de que esto era la semilla de algo mucho más grande. Saludos.
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