lunes, 23 de septiembre de 2013

Nubes de tormenta



Negros nubarrones se alzan frente a ti, allá en el horizonte.
Cuando prácticamente nada te queda, cuando te hallas tocado y cabizbajo, las nubes de tormenta aparecen para recordarte que todo puede ser peor, mucho peor.
Un cosquilleo recorre tu estómago cuando sales a pasear por el mundo que te rodea. Te indica que estás vivo, cosa que hace un tiempo quedaba en entredicho.
Sonríes a los negros nubarrones, consciente del daño que te pueden infringir, pero también consciente de que aún hay cosas por las que pelear, pasos que dar e ilusiones que materializar.
Las nubes de tormenta son, al fin y al cabo, avisos de que hay que seguir peleando sí o sí. Recordatorios de que uno no puede simplemente desfallecer y dejarse llevar por la nefasta corriente de unas furiosas aguas que siempre están ahí para alimentarse de lo mismo. Auto complacencia y miedo, idílica pareja de baile que puja constantemente por saltar al escenario.

Negros nubarrones se alzan sobre ti, fieros e imponentes.
Has caminado por el filo de navaja tanto tiempo, has sobrevivido a tantas y tantas caídas, para contemplar como el final se cierne sobre ti.
Pero no hay final, solo esfuerzo e ilusión. El corazón en un puño en un ascenso que ha de llevarte a la paz y a la tranquilidad.
A través de escarpados sectores llenos de trampas, a través de neblinosos caminos donde apenas nada bueno uno puede discernir, se halla la ruta hacia la salvación.
Cada paso lleno de temores, cada jornada plagada de pesar, factores que poco a poco inundan tu interior de una oscuridad que ha de rivalizar con la luz de tu propia esperanza.

Negros nubarrones invaden tu interior, que lucha por emerger.
Cuando el paisaje y el alma se ponen de acuerdo, abrazándose en desafortunada unión, hay que tirar de las pocas reservas que a uno puedan quedarle, pues no todas las tormentas duran eternamente.
Desolación con esperanza, pesadumbre con ilusión, abatimiento con energía... Todas las parejas posibles dispuestas sobre un tablero imaginario que habrá de dirimir nuestro destino.
Caminas dubitativo por un terreno que puede conducir a cualquier parte. Vienes del horror y la desesperanza, tu interior está luchando por acabar de emerger.
Alzas la vista y la pones en la oscuridad de un cielo amenazante, preguntándote si saldrás adelante de ésta.

Negros nubarrones en el cielo de tu porvenir.
Tienes dos opciones, rendirte o pelear.
La estrategia avisa de que apenas te quedan efectivos, de que tu energía está por los suelos y que en esta ocasión de poco sirve la esperanza, poco vale la ilusión.
Avisos que bien podrían formar parte del espectáculo visual que te aborda y amenaza.
De modo que lo incluyes todo en ese cielo oscuro que parece envolverte y atravesarte y te agarras al paso que habrá de conducirte a un destino aún desconocido.
Caminas con los ojos bien abiertos e incluso te permites sonreír.
Sientes en tu estómago el cosquilleo de aquellos que quieren algo y luchan por ello, de modo que has regresado.
Estás aquí, has vuelto para quedarte.

Negros nubarrones se alzan frente a ti, allá en el horizonte.
Una nueva aventura, llena de emociones, que se va descubriendo lentamente a cada nuevo paso que, con el corazón en un puño, das.

No hay comentarios:

Publicar un comentario