Mirando por la ventana en esa tarde lluviosa, Billy estaba triste.
No había ido al colegio por encontrarse mal, y ahora descansaba
en su cama junto a Matt y Penny, sus dos peluches gigantes, entre
algunos otros.
Su hermana mayor no estaba en casa, de modo que estaba solo hasta
el anochecer.
Quería jugar a algo, pero Matt no le dejaba. Estaba ahí, medio
tirado en la cama, pero su mirada permanecía clavada en Billy de un
modo firme y oscuro. Esa, sin duda, sería la noche de Matt.
Billy tenía nueve años, y nunca había confesado su pequeño
secreto a nadie. Más por obligación que otra cosa, pues no quería
que Matt se enfadase. Penny no se mostraba para nada reacia a que lo
contase, pero pesaban más las amenazas del osito azul.
Billy se levantó de la cama y miró a la calle a través del
mojado cristal de su ventana. Vio a Samantha volviendo a casa cogida
de la mano de su madre. Ella llevaba unas botas de agua de color rosa
y un paraguas a juego, mientras que su madre llevaba uno verde. Quiso
saludar, pero se sentía pesado y arrepentido, con esa sensación que
le producía la mirada de Matt cuando se posaba sobre él.
Agarró un par de soldados en miniatura y se sentó en el suelo
para jugar un rato con ellos. Iba a estar tranquilo unas horas, así
que debería aprovecharlo.
*
Peter estaba colgado por Shanon. Aún no había llegado a
decírselo pero sus sentimientos eran increíblemente fuertes. Pasaba
desde hacía un buen tiempo las noches pensando en ella, en cómo
debía ser el calor de su compañía.
Ahora la tenía frente a sí, con su despampanante melena morena
sujeta en una cola y su impresionante cuerpo sujetando la carpeta y
algunos libros de la universidad. Era su oportunidad de lanzarse.
– Eh... Hola Shanon – Dijo maldiciendo su torpeza.
– Ah, ¡Hola Peter! – Respondió alegre Shanon. Eran
compañeros de primero de grado, y se habían hecho buenos amigos en
el mes que llevaban de clases. – ¿Qué te cuentas?
– Pues, me preguntaba si tú y yo... Esto... Si querrías ver
una peli en el cine o algo así. – Peter se planteó ensayar de
cara al próximo intento, si es que tenía lugar después del
ridículo que estaba haciendo.
– Hoy no puedo, mi hermano está solo en casa y tengo que salir
pitando hacia allí ya mismo. – Shanon recordó con un
estremecimiento lo acontecido cuando dejó demasiado tiempo a solas a
su hermano Billy. – Quizá otro día, ¿Te parece? – Añadió,
sonriendo a Peter.
– Oh claro, ya tienes mi teléfono, cualquier cosa me dices
algo. – Peter se quedó allí plantado como el rematado imbécil
que había sido, con la mano levantada despidiéndose de Shanon, que
ni siquiera volvió la vista atrás mientras se dirigía al autobús.
*
– Billy, ¡Ya estoy en casa!
Su hermana había llegado. Lo que en principio era una rápida
pelea entre dos soldaditos se había transformado en una auténtica
batalla con todo lo que había pillado por su habitación. El suelo
estaba lleno de muñecos y objetos varios, sería mejor que saliese a
recibir a Shanon antes de que viese lo desordenado que estaba todo.
Al fin y al cabo, había dicho que se encontraba mal.
Salió disparado de su habitación y bajó las escaleras que
conducían al recibidor, donde se abrazó a Shanon.
– ¿Que tal el día, grandullón? – Ella le llamaba así desde
hacía un tiempo, a Billy no le disgustaba. ¿Cómo te encuentras? –
Le preguntó.
Le explicó lo triste que se había sentido durante gran parte de
la tarde, omitiendo que se había pasado sus buenas horas mirando
fijamente a Matt, que había captado totalmente su atención.
– Pobrecito, ¡Mira lo que te he traído! – Le contestó
Shanon mientras sacaba del bolsillo de su chaqueta un donut de
chocolate de los que más le gustaban a Billy. Mientras éste
levantaba los brazos bien contentó, ella prosiguió. – Pero para
después de cenar eh, que si no, no comes nada. Ahora a darse un
baño.
Mientras Shanon preparaba la bañera, Billy regresó a su cuarto.
Nada más entrar se percató de que Penny estaba en el suelo, boca
abajo, mientras que Matt se había dado la vuelta para mirarle desde
un ángulo que hacía que pareciese enfadado. Muy enfadado, casi
furioso.
*
Los padres de Shanon se habían ido como mínimo una semana por
motivos de trabajo. Peter había estado pensando, y había decidido
darle una sorpresa a Shanon justo esa misma noche. Se haría con
palomitas y un par de películas y se plantaría directamente en su
casa.
También le había escrito algo, pero no estaba seguro de si se
atrevería finalmente a dárselo o se lo comería con patatas. Era un
poema en el que trataba de expresar sus sentimientos de un modo
adecuado. Tenía miedo de que le pareciese una tontería, ya que
Peter podía ser muchas cosas, pero desde luego no un escritor. El
caso es que iba a salir ya hacia allí. Primero cogió el móvil y
llamó a Shanon para saber si estaba despierta en casa.
– ¿Sí? – Su voz era un como un riachuelo de paz y armonía.
– ¿Peter?
– Sí, hola Shanon, quería saber si tienes los apuntes de la
última clase que dimos ayer, yo no me aclaro con los míos.
– Claro, mañana te los paso cuando nos veamos. – Bien, estaba
despierta y Peter no tardaría ni quince minutos en plantarse en su
casa.
– E... Está bien, muchas gracias Shanon.
– Hasta ma... ¡Ah! ¡Dios mío! ¡Billy! – De pronto la voz
de Shanon se rompió y gritando llamaba a su hermano.
– ¿Shanon? ¡¿Que ocurre?! – Ya no había respuesta, y el
teléfono empezaba a emitir ruidos raros. ¡Shanon! – Peter cogió
su abrigo y salió de casa de inmediato para ver que demonios estaba
ocurriendo.
*
Billy había bajado rodando por las escaleras. Más bien, la
pareja formada por el caballito de mar gigante y Billy. Iba sin
camiseta y tenía el pecho ensangrentado por lo que parecía un
arañazo.
– ¿Cómo está Penny? ¿Penny está bien? – No paraba de
balbucear el hermano pequeño de Shanon mientras se abrazaba con
fuerza al peluche.
– Billy, ¿Qué ha ocurrido? – Preguntó Shanon repetidas
veces hasta que logró captar la atención de su hermano.
– No puedo decirlo. Me ha dicho que no puedo decir nada. –
Shanon vio como la aterrorizada mirada de Billy se dirigía a la
parte de arriba de la casa, a su habitación. Shanon dejó a su
hermano momentáneamente en el sofá y se dirigió a la habitación
de Billy a ver que había ocurrido.
– ¡No vayas Shanon, no vayas! – Gritaba tumbado.
Cuando Shanon entró en el cuarto de Billy lo vio todo tirado por
el suelo. Lo único que parecía estar bien colocado era el oso de
peluche azul, que reposaba en el cabezal de la cama en una postura
que hacía que pareciese estar mirándola todo el rato. En una de sus
patas, había algo rojo.
Se acercó para comprobar de qué se trataba, cuando de pronto
sonó el timbre y, acto seguido, alguien aporreó la puerta.
– Shanon, ¿Estás ahí? ¿Que ocurre? – Era Peter.
Se dispuso a bajar para abrirle la puerta a su amigo, cuando de
pronto...
*
El entierro de Shanon había concluido. Peter lloraba
desconsoladamente. Cuando logró que la policía abriese la casa de
su amada, se la encontraron desnucada en la base de las escaleras que
daban al recibidor. Al parecer había caído desde la habitación de
su hermano, al que encontraron en su cama, mirando fijamente a uno de
sus peluches, como en estado de shock.
Ahora Peter miraba a Billy como buscando respuestas. Pero era un
niño de nueve años al que seguramente se le había destrozado la
vida, no había más.
Ni siquiera sabía donde había ido a parar el poema que llevaba
en su bolsillo al llegar a la casa. Uno de los pocos recuerdos que
podría conservar de todo aquello.
Los padres de Billy y Shanon partieron los últimos, en silencio,
abrazando al pequeño.
Billy estaba contento.
Su madre había regresado. Cuando mamá estaba en casa, Penny
volvía a respirar. Y eso mantenía a raya a Matt, que no podía
moverse más que con su pérfida mirada.
De camino a casa, Billy recordaba lo que pasó cuando se disponía
a darse su baño. Se quitó la camiseta en su habitación, totalmente
pendiente de Matt, que le miraba susurrándole que se sentía solo,
que necesitaba a alguien en su interior. Cuando Billy se negó y
abrazó a Penny para llamar a su madre, un ruido imposible inundó la
habitación. Manaba de los ojos huecos de Matt, y hacía que toda la
habitación temblase, incrementando cada vez más el volumen hasta
hacerse insoportable.
Cuando Billy quiso salir corriendo de la habitación, fue cuando
sintió como Matt crecía y crecía, se hacía más real, hasta que
una zarpa lo alcanzó.
Pero ahora ya estaba acabado.
Con mamá en casa Penny lo protegería, y ahora Matt encima ya no
se sentiría tan solo.
Llegaron a casa y Billy fue directo a su habitación.
Dio un beso a Penny y miró a Matt, que continuaba teniendo algo
de sangre en su pezuña derecha.
En el interior de sus ennegrecidos ojos, muy profundo, su hermana
Shanon se retorcía de dolor atrapada entre las llamas de su infierno
personal. Cerca de su potro de tortura una descomunal bestia reía a
carcajadas, pues al fin había roto con su eterna soledad interior,
mientras pronunciaba una y otra vez los mismos versos.
Shanon eres hermosa,
como la más bella rosa,
te quiero y te querré siempre,
como siempre seré tuyo.
– Billy, baja a cenar... – Le dijo cariñosamente su madre.
Billy se estremeció mientras sonreía hacia Penny.
Por poco le había tocado a él.
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